Si, como lo
oyen, el proyecto del edificio más significativo de Australia salió de los
descartes. Unos descartes entre los que buscó un impuntual Eero Saarinen,
miembro del jurado que componía el concurso para la Sydney Opera House y que llegaría tarde al fallo del jurado.
Saarinen exclamó “Aquí está el proyecto
que buscan”.
Croquis presentado al concurso de la Opera House, Jørn Utzon, Biblioteca del Estado de Nueva Galés del Sur
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Este edificio
ha sido seguramente el reto más complicado al que se ha enfrentado un
arquitecto en todo el S. XX y probablemente uno de los proyectos en el que más
dificultades se han superado en toda la historia. Lo de Calatrava y la Ciudad
de las Artes a su lado son minucias...
El concurso
se inició en 1955 y recibe 233 propuestas de 28 países y en busca del premio de
100.000 dólares y la construcción del edificio y muy pocas restricciones, lo
que atraería a los mejores talentos del mundo.
“Era un proyecto que tenía todo lo
que un arquitecto podía desear. Un sitio fantástico con una posición hermosa y
exigente en Bennelong Point”. Sí querido Jørn, pero de haber sabido la que
se te avecinaba, quizás hubieses preferido quedarte haciendo la casa del perro
de tu vecino…
El jurado elegiría sorprendentemente la propuesta de Jørn Utzon, un joven arquitecto danés de 38 años que había construido más bien poco pero su propuesta les pareció brillante, destacando la atractiva solución adoptada en la cubierta que se asemejaba a las velas de los barcos que cruzaban por ese punto.
Jørn Utzon
conocía muy bien una situación similar, la del Castillo de Kronborg, situado
entre las dos costas de Dinamarca y Suecia y este le serviría como experiencia
previa para la idealización del concurso.
“Con Kronborg en mente yo estaba
convencido de que un nuevo edificio debía estar en una posición tal como para
ser visto desde todos los ángulos, tenía que haber un edificio escultural”.
Otra intuición
que tuvo Utzon fue al ver las cartas navales de Sidney. Estas mostraban
acantilados de piedra arenisca emergiendo del mar en la entrada del puerto, tal
y como pasaba a menudo en su Dinamarca natal.
Esas “cabezas
rocosas” que emergen verticalmente del plano horizontal formado por el mar, esa
sensación de movimiento, fueron otro factor determinante a la hora de idealizar
el proyecto en dos partes muy bien diferenciadas. Por un lado una gran meseta
donde se albergarán los usos y las instalaciones y por otro una cubierta escultural que surge abruptamente.
Vista de los
acantilados de Nueva Gales del Sur
En las
amplias plataformas horizontales a distintos niveles y en las monumentales
escaleras de la arquitectura Maya, Utzon descubre otro elemento latente en su
propia conciencia.
Templo Maya en
Chichen Itzá
Escaleras
monumentales, imagen de presentación, 1964, foto: Max Dupain
Al igual que
en las grandes catedrales góticas, la Ópera de Sídney funciona como un lugar al
que va a ir la gente a vivir una hermosa experiencia al llegar, al subir las
escaleras y al asomarse a una visión espectacular y única de la ciudad y del
puerto.
Con este
juego, con la escala de esa gran meseta,
Utzon, quiere «crear la
sensación de estar en otro mundo», alterando el carácter espacial de
la zona, modificando la sensación del peatón, tanto del que va a acceder al
interior de la Ópera creando un vestíbulo de acceso majestuoso acorde a la
grandiosidad de la obra, como del que va a utilizar dicho lugar como un lugar
de reunión, como un «auditorio de la
ciudad al aire libre.»
Aquí aparecería posteriormente el primer gran problema. La
resistencia del firme era menor de lo esperado y tuvo que reforzarse en gran
medida la cimentación aumentando el presupuesto inicial significativamente.
Dancing on The House, foto: Dennis Wolanski Archivo Sydney Opera House Trust
Vista de los trabajos, octubre de 1962,
foto Dennis Wolanski Archivo Sydney Opera House Trust
El programa, compuesto por dos salas de conciertos y un gran vestíbulo,
se cubrió con una serie de cubiertas de formas esculturales de hormigón. Estas
formas no serían ajenas al arquitecto, quien años antes fue un experimentado
marinero que
primero quiso seguir los pasos de su padre como ingeniero naval pero que acabó
con sus huesos estudiando arquitectura.
Esas cubiertas, en ese cruce,
en esa bahía que ha visto cruzar tantos veleros, tratan de ser abstracto
reflejo de la historia y el sentimiento de ese punto.
Utzon
participó con un proyecto esquemático en el que presentó el concepto, pero aún
quedaba mucho por desarrollar. Por algo se llaman “concursos de ideas…” Así que
en el verano de 1956 viaja por primera vez a Sídney para conocer el lugar para
volverse poco después a Dinamarca donde continuaría trabajando sobre el
proyecto, cuyas cubiertas estaban «geométricamente
indefinidas».
Evolución de las propuestas realizadas por Utzon y su equipo
Le dieron 18 meses para definir el proyecto, tiempo que
resultó insuficiente a todas luces, ya que la definición de las cubiertas
necesitaba una geometría muy perfectamente definida y un control exacto de
todas las piezas que la conformaban.
Transcurrido el plazo, el Gobierno obligó a comenzar la
obra sin estar terminado el proyecto, aún en contra del arquitecto y de los
ingenieros de Ove Arup. Dicha decisión, cuando aún no estaban resueltos
problemas importantes de diseño, propició
una serie de decisiones apresuradas y erróneas que desencadenarían en graves
problemas como encontrarse con que el terreno soportaba menos carga de la esperada y hubo que
reforzar la cimentación.
En el diseño de la estructura participó la prestigiosa
firma de Ove Arup & Associates. Estudiaron la posibilidad con parábolas,
arcos hasta que después de 3 años de búsqueda, Utzon encontró la
solución en la estructura interna de una naranja. La naranja forma una esfera a
partir de unos segmentos que son sus
gajos. Esto le dio la clave para empezar a estudiar la forma de la esfera y a
buscar en la solución final en dicha forma geométrica. Está opción fue la
clave, lo que Utzon denominó “la llave de la Ópera de Sidney” ya que lograba
simplificar la geometría, de las cubiertas, así como de la propias partes de la
estructura interna permitiendo poder crear unas “costillas” de hormigón armado
prefabricado y que estas a su vez se dividieran en partes aún más pequeñas
siempre iguales.
En este proceso participó un joven talentoso Rafael Moneo
de la que declaró «estuve buscando en la geometría de la esfera la
proporción que Utzon había dibujado, estando 8 o 9 meses haciendo “solo” eso.”
Geometría final diseñada por Ove Arup, Jørn Utzon y en la que colaboró Rafael Moneo.
Las costillas están formadas por arcos construidos por de
piezas de hormigón prefabricado unidas por cables de acero postensados. Sin
embargo, el pedestal estructural sobre el que apoyaban estaba proyectado para
soportar una delgada cáscara de hormigón, con lo cual, ahora no soportaría esta
solución por lo que tuvo que ser modificado aumentando aún más el presupuesto
ya desfasado.
Las velas se
recubrieron con dos tipos de azulejos. Se buscaron los acabados en tonos muy
suaves para resaltar el edificio sobre el telón de fondo que formaba la propia
ciudad de Sídney, mucho más oscuro. Por otro lado se buscó que el acabado
tuviera un brillo hermoso incluso al ensuciarse, pero que a su vez no
deslumbrara.
Detalle de azulejo, foto Anthony Browell.
Las fachadas de vidrio se modificaron también durante el
proceso de construcción. Mientras que en el concurso eran verticales,
posteriormente se optó por introducir las grandes vidrieras en el interior de
las velas retranqueándolas. Con esto lo que se consigue es eliminar los vidrios
de la imagen principal, y dejar las escultóricas cubiertas desnudas,
potenciándolas aún más.
Alzado del concurso. Jørn Utzon
En resumen, el conjunto se divide en tres elementos, con sus
tres conjuntos de cubiertas. Las mayores obedecen a las salas de concierto
principales y a sus respectivas estancias. La menor a la zona de restaurante.
Además contiene cinco teatros, cinco estudios de ensayos, restaurantes y
tiendas
En mayo del 1965 llega al gobierno una coalición de partidos
conservadores que desde el inicio de la legislatura ejercieron un férreo
control sobre la obra demandando el proyecto final, contrataron arquitectos
australianos para supervisar la labor de Utzon y le retuvieron el sueldo. Las
tensiones durante llegaron a tal punto que en febrero de 1966 Utzon escribió
una carta de renuncia. Este hecho propició una huelga de los estudiantes de arquitectura
y manifestaciones ante el parlamento que no sirvieron para que el gobierno
readmitiese al arquitecto. El gobierno aprovechó para contratar un nuevo equipo
de arquitectos y en abril del mismo año Utzon se marchó y juro no volver a
pisar Sídney. Juramento que cumplió hasta hace unos años que ante la
insistencia de las autoridades, volvió para dirigir un proyecto de restauración
del edificio.
Imagen de las protestas en las que se pedía la vuelta de Utzon
Finalmente el proyecto se concluyó en 15 años pese a los 3 en los que se estimó su construcción y su coste inicial, estimado en tres millones de dólares australianos se multiplicó hasta llegar a los 102 millones.
Una barbaridad
vista así. Un esfuerzo que mereció la pena dirán otros. Fueron tantos sus
defensores como sus detractores. Controversias aparte, no podemos negar que con
el paso del tiempo se ha convertido en el icono más representativo y conocido
de Australia (junto con el kanguro) y fue el primer monumento nombrado por la
Unesco Patrimonio de la Humanidad estando aún vivo su creador y es uno de los
edificios más importantes de todo el S. XX y en consecuencia, de la historia.
Un modelo de que numerosas ciudades han querido imitar que ha
desencadenado en los últimos años en la “arquitectura del espectáculo” que ya
sabemos cómo ha acabado…
Porque Bennelong Point, solo hay uno, Sídney solo hay una,
Australia solo hay una y Utzon solo hay uno…
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